Los catalanes marchan fuera.

La cifra de catalanes que la crisis obliga a un exilio económico aumenta cada día, el pasado año casi 100 mil catalanes abandonaron su tierra para establecerse en los destinos más diversos, aunque un porcentaje cercano al 50 por ciento ha escogido probar suerte dentro de países europeos, el resto se ha diseminado a lo largo y ancho del globo. En concreto, sólo de Girona los que han emigrado superan las 15 mil personas desde el 2009 y luego del continente europeo los destinos preferidos por los catalanes son los países sudamericanos, Argentina, Brasil, Perú, Ecuador, Chile, entre otros, en la red se pueden ver vídeos de catalanes viviendo en Argentina, por ejemplo y en ellos los jóvenes catalanes no sólo dicen sentirse a gusto sino que no está en sus planes regresar a Catalunya.
Muchas son las familias que en fechas señaladas notan la ausencia de un ser querido quien a pesar de las nuevas tecnologías que nos permiten estar mejor comunicados, nos privan del calor de un abrazo o de compartir determinados momentos familiares donde el contacto físico se torna una necesidad.
El sistema sigue expulsando personas fuera de sus fronteras y esto ha llegado incluso a personas ya jubiladas que prefieren vivir sus últimos años de una forma más desahogada en países de Latinoamérica donde el cambio favorece sus ingresos y por tanto, mejora sensiblemente su calidad de vida.
Si ponemos atención a las cifras que brinda el INE podremos observar que de los más de 15 mil gerundenses que han emigrado, 3247 son personas de más de 65 años, lo cual nos permite hacernos una idea del problema que tenemos frente a nosotros.
Catalunya asiste a la marcha de capital humano, especialmente de mano de obra cualificada y luego para rematar, los jubilados que también optan por destinos que les permitan disfrutar de sus magros ingresos y como mínimo, llegar a fin de mes.
Esta situación la he vivido y hoy por desgracia me toca revivirla. Puede que muchos no lo lleguen a ver hoy mismo, paradójicamente America latina, la misma que en la última década veía marchar miles de personas al día, hoy se encuentra en una dinámica económica que lo lleva a realizar continuos llamamientos para que aquel capital humano regrese, se necesitan profesionales en todas las áreas, desde servicios a salud.
Se forman a marchas forzadas nuevos profesionales, desde médicos a torneros, se buscan dentro y fuera de fronteras personas sin preparación o con la mínima para trabajos rurales, faltan carpinteros de “vieja escuela” y la lista es larga.
Pero cabe decir algo, aquel éxodo de familias enteras nos dejó secuelas, entre ellas la pérdida de poder adquisitivo, una sociedad de consumo tocada, con una capacidad de ahorro baja o incluso nula. En pocas palabras: no todo lo que brilla es oro, los catalanes que lleguen a America Latina podrán encontrar trabajo pero llevar un mismo estilo de vida como el que acostumbraban llevar no será posible en la mayoría de los casos. Encontrarán a cambio, sí, una mejor calidad de vida al menos en la mayoría de los países nombrados, más tiempo, más calidez humana, podrá redescubrir que con menos se puede vivir mejor, que un Audi te lleva al mismo sitio que un Dacia, que el tiempo parece rendir más, extrañara siempre su tierra pero a cambio puede disfrutar de un continente que a pesar de las diferencias con el viejo mundo tiene mucho para ofrecerle, además de una oportunidad laboral.
Aún así, aquellos que sabemos lo que es dejar atrás su tierra natal, los que hacemos balance de lo que se pierde a nivel personal pero también a nivel país no nos alegramos de esta sangría humana que está atravesando nuestra tierra de acogida. Me viene a la mente una frase de una conocida canción “desahuciado está el que tiene que marchar a vivir una cultura diferente”. Mientras escribo esto, en alguna familia catalana es posible que alguien prepare maletas para partir en la búsqueda de un trabajo digno que hoy su tierra le niega. Los catalanes marchan fuera y eso no es para nada bueno.
La cifra de catalanes que la crisis obliga a un exilio económico aumenta cada día, el pasado año casi 100 mil catalanes abandonaron su tierra para establecerse en los destinos más diversos, aunque un porcentaje cercano al 50 por ciento ha escogido probar suerte dentro de países europeos, el resto se ha diseminado a lo largo y ancho del globo. En concreto, sólo de Girona los que han emigrado superan las 15 mil personas desde el 2009 y luego del continente europeo los destinos preferidos por los catalanes son los países sudamericanos, Argentina, Brasil, Perú, Ecuador, Chile, entre otros, en la red se pueden ver vídeos de catalanes viviendo en Argentina, por ejemplo y en ellos los jóvenes catalanes no sólo dicen sentirse a gusto sino que no está en sus planes regresar a Catalunya.
Muchas son las familias que en fechas señaladas notan la ausencia de un ser querido quien a pesar de las nuevas tecnologías que nos permiten estar mejor comunicados, nos privan del calor de un abrazo o de compartir determinados momentos familiares donde el contacto físico se torna una necesidad.
El sistema sigue expulsando personas fuera de sus fronteras y esto ha llegado incluso a personas ya jubiladas que prefieren vivir sus últimos años de una forma más desahogada en países de Latinoamérica donde el cambio favorece sus ingresos y por tanto, mejora sensiblemente su calidad de vida.
Si ponemos atención a las cifras que brinda el INE podremos observar que de los más de 15 mil gerundenses que han emigrado, 3247 son personas de más de 65 años, lo cual nos permite hacernos una idea del problema que tenemos frente a nosotros.
Catalunya asiste a la marcha de capital humano, especialmente de mano de obra cualificada y luego para rematar, los jubilados que también optan por destinos que les permitan disfrutar de sus magros ingresos y como mínimo, llegar a fin de mes.
Esta situación la he vivido y hoy por desgracia me toca revivirla. Puede que muchos no lo lleguen a ver hoy mismo, paradójicamente America latina, la misma que en la última década veía marchar miles de personas al día, hoy se encuentra en una dinámica económica que lo lleva a realizar continuos llamamientos para que aquel capital humano regrese, se necesitan profesionales en todas las áreas, desde servicios a salud.
Se forman a marchas forzadas nuevos profesionales, desde médicos a torneros, se buscan dentro y fuera de fronteras personas sin preparación o con la mínima para trabajos rurales, faltan carpinteros de “vieja escuela” y la lista es larga.
Pero cabe decir algo, aquel éxodo de familias enteras nos dejó secuelas, entre ellas la pérdida de poder adquisitivo, una sociedad de consumo tocada, con una capacidad de ahorro baja o incluso nula. En pocas palabras: no todo lo que brilla es oro, los catalanes que lleguen a America Latina podrán encontrar trabajo pero llevar un mismo estilo de vida como el que acostumbraban llevar no será posible en la mayoría de los casos. Encontrarán a cambio, sí, una mejor calidad de vida al menos en la mayoría de los países nombrados, más tiempo, más calidez humana, podrá redescubrir que con menos se puede vivir mejor, que un Audi te lleva al mismo sitio que un Dacia, que el tiempo parece rendir más, extrañara siempre su tierra pero a cambio puede disfrutar de un continente que a pesar de las diferencias con el viejo mundo tiene mucho para ofrecerle, además de una oportunidad laboral.
Aún así, aquellos que sabemos lo que es dejar atrás su tierra natal, los que hacemos balance de lo que se pierde a nivel personal pero también a nivel país no nos alegramos de esta sangría humana que está atravesando nuestra tierra de acogida. Me viene a la mente una frase de una conocida canción “desahuciado está el que tiene que marchar a vivir una cultura diferente”. Mientras escribo esto, en alguna familia catalana es posible que alguien prepare maletas para partir en la búsqueda de un trabajo digno que hoy su tierra le niega. Los catalanes marchan fuera y eso no es para nada bueno.
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