lo conocí hace ya algunos años, cuando su primer libro lo vendía él mismo, uno a uno y se encargaba de hacerlo entre clientes y amigos pero también en librerías de la comarca, en especial en Alp, localidad donde vive.
En aquellos años era un joven con la mirada sufrida, casi se podría decir cansada, incluso al hablar se le podía notar cansado, como casi entregado frente a la vida, tan sólo se le iluminaba la cara al nombrar a su hijo o al mencionar a sus padres.
Y junto a la técnica de cultura de Puigcerdà logramos que presentara públicamente su primer libro, Trozos de mi piel, diario de un adicto, en donde David Puigbó comparte sin anestesia, sin maquillaje, sin adornos ni medias tintas el infierno que significa vivir prisionero de la droga, relata de forma descarnada pero crudamente real, a capítulos, las cosas que fue perdiendo gracias al consumo de las drogas.
Sin dejar en ningún momento de agradecer a su padres el apoyo, relata su lucha y sus vivencias en Trozos de mi piel.
Luego por espacio de un par de años en los cuales no abandona las letras sino que se entrega a ellas, sustituyendo el consumo de drogas por escribir, por compartir, por contarnos en forma de prosa, quién es David Puigbo, qué piensa, que siente, que sueña, que espera, qué cosas lo hacen sentir vivo o por qué no, las preguntas sin respuesta muchas veces a sus dudas.
Y las letras cambiaron a David, lo fueron convirtiendo en un hombre nuevo, diferente, la mirada ahora está llena de ilusión, al hablar transmite energía, seguridad, es muy diferente a aquel joven que conocí allá por el año 2010.
El pasado año, el 6 de diciembre y en la localidad donde vive presentó su segundo libro, en el que los cambios producidos en su vida se dejan ver de principio a fin, muestran otro hombre, ese hombre que ama, que lucha, que cree en la vida, que es rebelde, irreverente, un hombre que no olvida su pasado pero que mira con optimismo e ilusión a la vida.
Ese segundo libro habla de lo que es David, fiel a su estilo, se muestra ante quien desee leerlo, tal cual es él, auténtico, asimétrico, humano, sensible, como cualquier mortal, pero con la diferencia que se anima a compartirlo a través de las letras, las mismas que poco a poco transformaron un adicto a autodestruirse a un adicto a las letras, a escribir, a compartir su mirada de la vida con los demás y bautizó su libro a su estilo: Lo que escribo es lo que soy.
Y David no para, todo lo contrario, sus dedos no quieren parar, todo él desea seguir escribiendo y pronto tendrá su tercer libro en la calle, el título que ya lo conozco aún no ve la luz, pero allí está David, el cual espero que poco a poco recupere su blog, El blog literario de David Puigbó, abandonado a saber por que motivo, pero... el caso es que a base de teclado este ceretano encontró la fórmula de decirle a las drogas que ya no lo apresan, que ya no depende de ellas, que si se quiere se puede.
Un escritor ceretano que merece como mínimo leerlo, un joven que se rebela ante sus propios errores en la vida y lo hace de la mejor forma posible, compartiendo con todos nosotros, a través de sus libros, contando su vida y su forma de ver la vida en su segundo libro, en forma de poemas, de escritos, de prosa, demostrando que las letras lo han seducido y que es un luchador nato, un superviviente, un hombre que lejos de bajar los brazos escogió letras a cambio de drogas.
Vaya por siempre mi sincero respeto y aprecio a este ceretano al cual, más de uno tanto en la comarca como fuera de ella debería tener como referencia.
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