Prostitución: La obligación de abordar el tema
Martina Klein, Eva Gonzalez, Elizabeth Mas, son los nombres de algunas de las modelos españolas que viven de su cuerpo.
Leído así suena raro ¿no? Pero es una realidad. Pasean sus cuerpos con confecciones de diversas firmas sobre las pasarelas de España y fuera de ella, son conocidas, respetadas y hasta sirven de ejemplo a las jovencitas que como ellas poseen cuerpo y rostro agraciado.
Pero no pasa lo mismo con quien vive de vender su cuerpo, alquilarlo por unos minutos de relaciones sexuales con otra persona. En el oficio más antiguo del mundo se pueden vivir historias muy tristes, como puede ser la explotación sexual, algo que en nuestro país sucede con demasiada frecuencia y con demasiadas personas.
Sin embargo España o sus comunidades autónomas siguen sin legalizar la prostitución permitiendo no sólo la degradación y humillación de miles de mujeres, sino que además dentro del mismo se mueven miles de millones de euros al año.
¿Hasta cuando la clase política española le dará la espalda a esta situación? ¿Cuántas mujeres más deben de ser tratadas como animales, poniendo precio a sus cuerpos por terceros, sea trata de blancas o a través de amenazas?
No es novedad para nadie la existencia de macroburdeles diseminados por todo el territorio. Toda aquella mujer que ejerza la prostitución de forma voluntaria debería de poder acogerse al su derecho como trabajadoras, de estar protegidas, de acceder al sistema sanitario que le permita o le exija controles sanitarios periódicos.
Lo que no podemos es hacer como que no sabemos que pasa, que desconocemos su existencia. Páginas enteras en infinidad de medios de comunicación están llenas de anuncios con ofertas de sexo, pero los que nos gobiernan prefieren hacer la vista gorda frente a lo que es un problema, un tema que debe tratarse urgentemente.
Si se considera a esta tierra como un país avanzado social y culturalmente, si muchas veces se autodenominan como tolerantes y progresistas, ¿cómo siguen sin legalizar la prostitución?
Legalizarla es proporcionarles a decenas de miles de mujeres los mismos derechos que al resto de mujeres trabajadoras, darle protección, devolverle algo de su dignidad. De cuando en cuando y sobre todo cuando en las grandes ciudades se llevan a cabo acontecimientos importantes (la visita del Papa, por ejemplo) las autoridades, a través de su policía urbana o alguna otra fuerza de seguridad, “limpian” las calles. Si eso no es cinismo dígame cómo debo llamarlo.
Aceptamos de puertas adentro su existencia, algunos pueden llegar a decir que son un mal necesario, pero no se atreven a zanjar el tema.
Me pregunto cuántas mujeres más se verán sometidas, ultrajadas, maltratadas, humilladas, explotadas y hasta muertas antes de que se legalice su situación, hasta que se reconozca su existencia, su trabajo.
Tanto hombres como mujeres que ejercen la política en este país deberían pensar que un día, por las razones que sean, una hermana, una hija incluso puede estar en esa situación.
No tenemos que esperar a que eso pase. Tienen la obligación moral de abordar el tema hoy mismo, se lo deben a todas esas mujeres que día a día llegan a arriesgar su vida para poder llevar en ocasiones el pan a su casa, porque no olvidemos que aunque sea de forma voluntaria, las mujeres y hasta los hombres que se prostituyen lo hacen por diversas razones.
Desde la marginación social a la imposibilidad de acceder al mercado laboral, desde situaciones límite, o hasta los casos en donde se ve la oportunidad de ganar dinero fácil.
Ojalá me despierte mañana con la noticia de que se aborda el tema de legalizar la prostitución, porque va siendo hora de hacerlo.
De lo contrario, mientras sigamos ocultando e ignorando el tema, jamás podremos avanzar como sociedad. Nos guste o no, forman parte de nuestro día a día y además son personas, seres humanos, como usted, como yo.
Leído así suena raro ¿no? Pero es una realidad. Pasean sus cuerpos con confecciones de diversas firmas sobre las pasarelas de España y fuera de ella, son conocidas, respetadas y hasta sirven de ejemplo a las jovencitas que como ellas poseen cuerpo y rostro agraciado.
Pero no pasa lo mismo con quien vive de vender su cuerpo, alquilarlo por unos minutos de relaciones sexuales con otra persona. En el oficio más antiguo del mundo se pueden vivir historias muy tristes, como puede ser la explotación sexual, algo que en nuestro país sucede con demasiada frecuencia y con demasiadas personas.
Sin embargo España o sus comunidades autónomas siguen sin legalizar la prostitución permitiendo no sólo la degradación y humillación de miles de mujeres, sino que además dentro del mismo se mueven miles de millones de euros al año.
¿Hasta cuando la clase política española le dará la espalda a esta situación? ¿Cuántas mujeres más deben de ser tratadas como animales, poniendo precio a sus cuerpos por terceros, sea trata de blancas o a través de amenazas?
No es novedad para nadie la existencia de macroburdeles diseminados por todo el territorio. Toda aquella mujer que ejerza la prostitución de forma voluntaria debería de poder acogerse al su derecho como trabajadoras, de estar protegidas, de acceder al sistema sanitario que le permita o le exija controles sanitarios periódicos.
Lo que no podemos es hacer como que no sabemos que pasa, que desconocemos su existencia. Páginas enteras en infinidad de medios de comunicación están llenas de anuncios con ofertas de sexo, pero los que nos gobiernan prefieren hacer la vista gorda frente a lo que es un problema, un tema que debe tratarse urgentemente.
Si se considera a esta tierra como un país avanzado social y culturalmente, si muchas veces se autodenominan como tolerantes y progresistas, ¿cómo siguen sin legalizar la prostitución?
Legalizarla es proporcionarles a decenas de miles de mujeres los mismos derechos que al resto de mujeres trabajadoras, darle protección, devolverle algo de su dignidad. De cuando en cuando y sobre todo cuando en las grandes ciudades se llevan a cabo acontecimientos importantes (la visita del Papa, por ejemplo) las autoridades, a través de su policía urbana o alguna otra fuerza de seguridad, “limpian” las calles. Si eso no es cinismo dígame cómo debo llamarlo.
Aceptamos de puertas adentro su existencia, algunos pueden llegar a decir que son un mal necesario, pero no se atreven a zanjar el tema.
Me pregunto cuántas mujeres más se verán sometidas, ultrajadas, maltratadas, humilladas, explotadas y hasta muertas antes de que se legalice su situación, hasta que se reconozca su existencia, su trabajo.
Tanto hombres como mujeres que ejercen la política en este país deberían pensar que un día, por las razones que sean, una hermana, una hija incluso puede estar en esa situación.
No tenemos que esperar a que eso pase. Tienen la obligación moral de abordar el tema hoy mismo, se lo deben a todas esas mujeres que día a día llegan a arriesgar su vida para poder llevar en ocasiones el pan a su casa, porque no olvidemos que aunque sea de forma voluntaria, las mujeres y hasta los hombres que se prostituyen lo hacen por diversas razones.
Desde la marginación social a la imposibilidad de acceder al mercado laboral, desde situaciones límite, o hasta los casos en donde se ve la oportunidad de ganar dinero fácil.
Ojalá me despierte mañana con la noticia de que se aborda el tema de legalizar la prostitución, porque va siendo hora de hacerlo.
De lo contrario, mientras sigamos ocultando e ignorando el tema, jamás podremos avanzar como sociedad. Nos guste o no, forman parte de nuestro día a día y además son personas, seres humanos, como usted, como yo.
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