Aquel que no recuerde el pasado está condenado a repetirlo
Lawrence Sterne
Días pasados y como suele suceder en estas épocas en zonas de montaña, lloviznó en la madrugada y en muchas partes esa lluvia debido a la temperatura, el agua se convirtió en hielo y claro, depende del tipo de suelo que pises, pues no lo ves y acabas de culete en el suelo, con suerte puede ser sólo eso o en caso contrario, alguna contusión de leve a importante o lo que es peor, fractura de algún hueso.
Pues esto último sucedió decenas de veces en algunos puntos de la villa de Puigcerdà, con las consecuencias de varias fracturas de huesos, yeso incluido y el consecuente enfado de varios vecinos que con toda razon interpusieron sus denuncias en contra del ayuntamiento, no sin antes recordar el árbol genealogico de su equipo de gobierno y no precisamente recordandolo agradablemente.
Seguramente muchas denuncias acaben en papel mojado pero en otros el ayuntamiento deberá correr con los gastos de hospital y sus consecuencias y depende cómo el chiste saldrá ( otra vez ) varios miles de euros.
Pocos recordarán el origen de estas caidas, los cuales recaen en el oscuro, inepto y soberbio anterior gobierno, quien de la mano de algún arquitecto con menos materia gris que la que tiene Rajoy, propuso que el suelo de la plaza del campanario y el paseo 10 de Abril, entre otros, llevase un granito que propicia un rápido congelamiento del agua y por lógica, la caida de quienes por allí caminen.
Dicen las malas lenguas que algún empresario tenía por allí varias toneladas de granito que nadie quería y ¡ho casualidad! el iluminado responsable de dar el visto bueno a poner ese granito aprobó la puesta del mismo.
Por otra parte varios vecinos de Puigcerdà recordaban a la mañana siguiente del aluvión de caidas y fracturas que algo similar pasó en la calle mayor y que ese tipo de granito hubo de ser retirado de dicha calle por la cantidad de caidas que propiciaba. Dicen esos mismos vecinos que no sólo lo recordaron sino que se lo mencionaron al antiguo oscuro personaje que gobernaba la villa y que en alguna reunión de alcaldes llegó a decir "la reforma de las plazas se hace por mis cojones" hizo oidos sordos a las recomendaciones de los vecinos.
Desde la reforma del paseo 10 de Abril es incontable la cantidad de caidas que se han producido, tantas que es conocida por los vecinos del pueblo como "el valle de los caidos" y eso que apenas entró el nuevo gobierno eleminó los peligrosos bordillos que marcaban las líneas de aparcamiento, pero claro, el granito ya es otra cosa, las caidas son inevitables si la lluvia se produce en horas de la madrugada, o se pone una guardia de brigada durante los meses de invierno para este tipo de situaciones o se quita el granito asesino de las plazas.
Ya me gustaría ver aquellos que premiaron la plaza en su momento cuando fueses su madre o ellos mismos los que sufren una caida o un fractura gracias a la brillante idea de poner un granito que no lo usan ni en zonas costeras.
Estas cosas son parte de una pesada herencia que los vecinos de Puigcerdà arrastrarán por lustros enteros, a los que habría de agregarse el lastimoso estado en que se encontraba la maquinaria que se utiliza en caso de nevadas, que además de obsoleto estaba en su gran mayoría inoperante.
Dos ascensores que unen el centro de la villa con la estación en condiciones de ser catalogados como chatarra, que en invierno baten el récord de averías engrosan una herencia con un abismo que parece no tener fin.
El paseo rebautizado tiene todos los defectos posibles, incluido el "pipican" y la deliberadad obstrucción de una de sus calles, hecho que acabó de deformar y desvirtuar la imagen de un pueblo con encanto. Pero miremos el lado bueno, ahora podemos entrar en el libro Guiness de los records por pésima mala gestión y forma de arruinar espacios públicos.
"EL VALLE DE LOS CAIDOS" cuenta además con la penosa distribución que ahora tienen aquellos que vienen al mercadillo, pues algunos de ellos están entre apartados y escondidos gracias a que se pensó en un paseo antifuncional, inadecuado para los propósitos que hasta entonces cumplía.
Una muestra más de la pesada herencia dejada por un ídolo con pies de barro le dejó a Puigcerdà, todo a pesar que los vecinos le advirtieron de las consecuencias que tendría el colocar ese granito. Gracias a todas esas ocurrencias que ahora todos vamos a pagar apenas si sube gente a la villa entre semana, gracias a sus desgraciadas ideas tenemos esqueletos silenciosos como el Esclat que no se hizo o un litigio con el Supeco gracias a la gaolinera que pretenden montar allí.
Lo dicho, una pesada herencia de quien gobernaba mirando las medallas que se podía colgar, de quien gobernaba de cara a los titulares que le regalaba un "periodista", pero de espaldas al pueblo, es más diría que buscando la ruina de su pueblo.
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