Este macro puente no deja precisamente números de éxito en
materia de beneficios en la Cerdanya, a no ser en materia de alquiler de pisos
turísticos y excelentes ventas en los supermercados, en especial Carrefour.
Tampoco ha sido precisamente buena la afluencia a pistas de
esquí, lamentablemente el cambio climático nos deja pistas apenas cubiertas de
nieve y a no ser unos cuantos que deseaban “quitarse el mono” de nieve, pocos
más pasaron por pistas.
Puigcerdà no escapó a un puente que no ha sido malo, pero
que ha estado a años luz de las expectativas comerciales generales.
Ver calles llenas de personas paseando no es lo mismo que
consumiendo, algunos negocios puntuales y en horas pico podrían decir “teníamos
cola durante horas”, caso puntual de las churrerías, pero luego, en el resto de
comercios no fue oro todo lo que brilla.
Aún así, el gobierno municipal de turno sigue aplicando la fórmula
de “agasajar” al turista con todo aquello que imaginan que el que nos visita desea
encontrar en Puigcerdà.
Pero diría que ni las neuronas ni el ingenio dan en la tecla
para hacer de Puigcerdà un sitio, localidad o punto de referencia para el
turismo, más bien todo lo contrario, pero no hay caso, no tienen la capacidad
de comprender que hay que cambiar el chip.
El gobierno municipal pone toda la carne en el asador en
cada puente o temporada, al igual que varios municipios de esta comarca. Y desde mi punto de visto Puigcerdà
equivoca la estrategia, malgasta dinero público y persigue una política
turística obsoleta.
El 98% de todas las actividades culturales o de ocio que
organiza el ayuntamiento están dedicadas al turista, y ni siquiera las migas
van dirigidas a los vecinos de la villa y de la comarca.
Todo lo que se hace es por y para el turista. Pongo como ejemplo “La Nit de les Ánimes”
que se celebró 3 días antes de su fecha, la puesta en escena fue preciosa, eso
no se niega, pero había que ver los niños con su “truco o trato” comercio por
comercio y en la mayoría de los mismos ver la cara de sorpresa y las manos vacías
de los comerciantes, pues esperaban los niños el día que tocaba, no 3 noches
antes.
Puigcerdà pierde clientes a pasos agigantados, pero sigue sin
verlo. Los “segunda residencia” huyen
a otras localidades, hartos del colapso carretero (media hora de Alp a
Puigcerdà) y que encima, al llegar a la villa no se encuentra aparcamiento, con
muchos comercios que no tienen precisamente precios atractivos y que en muchos
de ellos les atienden como si molestase su presencia, seguimos “vivos” porque
gracias a Dios Cerdanya da “cachet” y con dos selfies luego se presume haber
estado en el mayor feudo “pijo” de Catalunya.
Los turistas no buscan un espectáculo cultural que ya tienen
y en abundancia en Barcelona y en cualquier época del año, no buscan esa prenda
especial que además consiguen en la infinidad de outlets de la ciudad condal.
A Puigcerdá los turistas vienen solos, sin necesidad de que
les regalen conciertos especiales ni grandes espectáculos, vienen buscando el
poco encanto que aún nos queda, vienen buscando la sencillez y la calidez que
otrora reinaba en las calles y comercios de la villa.
Para encontrar muchedumbre, masificación y estrés, que es lo
que encuentran en estas fechas en Puigcerdá, se quedan en casa, o sea, se
quedan en pueblos vecinos, porque el encanto real de esta comarca es la
naturaleza, la paz, la sencillez, lo diferente a lo que ven cada día en la
ciudad.
Pero por aquí seguimos empeñados en no cambiar el chip, en
llenarlos de actividades, de espectáculos, en resumen: el ayuntamiento cree que
cambiando fechas tradicionales o gastarse lo que no tenemos para dar una imagen
de lo que ni somos ni es lo que ellos buscan vamos mejor es que seremos los más
guays…mal vamos
Si no cambiamos el chip…seremos más de lo mismo siempre.
Piensen también que aquí más de 10 mil almas llevamos
décadas esperando que se piense en los vecinos, que cuando se regalan todos
estos espectáculos, los vecinos, en su inmensa mayoría estamos pringando y como
mucho luego disfrutamos o vemos lo bueno que nos perdimos a través de las redes
sociales.
¿Qué tal si cambiamos el chip y cuando hacemos cosas “guays”
tenemos en cuenta a los vecinos, que a fin de cuenta somos los que con nuestros
impuestos pagamos la fiesta?
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